miércoles, 1 de julio de 2009

Sueño

La noche lo envolvía en su habitación.

Hacía demasiado calor como para taparse, pese a que una agradable brisa se colaba por la ventana y acariciaba el cuerpo desnudo.
El único ruido que se oía era el de los estractores de aire de la azotea...

«La gente está demasiado bien acostumbrada... Demasiado acostumbrados como para aprovechar la brisa... Generadores de aire artificial...»

Los odiaba. Hacían que le llegara a doler todo el cuerpo, y el aire que salía por las rendijas era seco e industrial.

Esperaba a que llegara el sueño tumbado bocarriba, con las piernas cruzadas una sobre la otra, el pie sobre la rodilla flexionada de la otra pierna.

Se encendió una luz en el patio interior y se coló, más rápida que el aire, pero trémula y vaporosa como la noche de verano que hacía, en la habitación. Se proyectó en el techo durante unos momentos, un cuadrado de luz pálida surcada por una linea de sombra.

Los escultores de la luz...

«Las formas esculpen a la luz, a la luz y a la sombra. La luz es el bloque de mármol... El cincel es el resto de la existencia...»

Otro extractor se encendió, y una corriente de aire entró a la vez por su ventana, tonificante, como si la naturaleza se quisiera rebelar ante el artilugio del hombre.

«En ese caso, estoy con la naturaleza. Esta brisa tiene vida; el aire de las rendijas, no...»

Se dio cuenta de que la luz se había apagado. Siguió esperando al tren que lo llevara al sueño.

«Es un tren en el que te montas y dirige tu rumbo hasta el final del trayecto... La mente empieza a divagar sola, y Morfeo la coge de su mano, cada noche, para llevarla a reinos sin sentido, increíbles, aterradores, bellos, las trompetas empiezan a sonar, se callan, vuelo, aparece otra canción, apareces en otro lugar, tu cara, Morfeo se va, las flores...»

Se había quedado dormido.

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